Parque de las ruinas - Marília Garcia

Distancia y migrancia. Movimiento. Experimentación. Lanzarse a escribir, teclear dejándose llevar por las letras. Parque de las ruinas, el nuevo poemario de la escritora brasilera Marília García, editado en castellano por Mandacaru Editorial
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Chacra del Cielo y Parque de las Ruinas. Museos que quedan uno en frente del otro conectados por un puente de piedras donde rebota el sol de Río. Un puente que se camina en a penas cien pasos. Dos caras de la historia. Un museo es creación de memoria y memoria es creación de futuro dice Paul Preciado. Una ruina puede ser un museo del rastro y el cielo una especie de idea del futuro. Como sea, ruina cielo rastro museo todo se desmorona. Things fall apart se llama la novela del africano Chinua Achebe y podría ser uno más de la lista de hipervínculos que se cuelan en los textos de Marília Garcia, brasilera, autora de piezas maestras como 20 poemas para o seu walkman (Sao Paulo: Cosac Naify, 2007 / Bahía Blanca: Vox Editorial, 2013), co-editora de la revista Modo de usar & Co., y fundadora junto a Leonardo Gandolfi de la editorial Luna Parque.

Parque de las ruinas –poemario editado este año por Mandacaru Editorial, traducción de Diana Klinger y Florencia Garramuño– es una instalación, montaje monstruaje menstruaje, de distintos métodos (no géneros, dice ella), métodos. El método del ensayo en la poesía, el método de la poesía en el diario, el mail, la fotografía, la conferencia y el ppt aparecen como procedimientos articulados en momentos de despegue, experimentación, y muerte.

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La imagen de un Brasil colonizado da anclaje al texto hacia delante y hacia atrás y como el diseño de Debret se reescribe, pintoresco, esclavos sosteniendo estructuras de caña que alzan a un blanco que recostado mira (pero no ve). En un Brasil en el que arrasa la cultura blanca neoliberal, los símbolos toman nuevas formas pero conservan su sentido original. Marília Garcia ve y mira, mira y a veces no ve, o ve más tarde. Propone un modo distinto de ver lo mismo y reclama en ese gesto de poder la obligación de identidad que tiene “el Nuevo Mundo” de ver y mirar, mirar y volver a ver para narrar de un modo distinto. Una propuesta de lectura que se separe de los modos del mundo viejo.

El diario íntimo –en su formato más digital– atravesado por fotos y links resulta el método conveniente para armar la pregunta “(¿si empezamos a escribir anotar / y nombrar lo que ocurre / podremos hacer que las cosas / existan de otro modo?)”. Las reflexiones entrelazadas con absoluto presente, que incluyen la hora en la que se narra, acentúan la idea de rutina. Una rutina durante un viaje a Francia como mujer negra migrante. Una foto desde el mismo ángulo todos los días a la misma hora. Como el diario, como el blog, ¿qué es narrar la rutina?, ¿qué es la poesía del momento infraordinario?, o, ¿existe la capacidad de mirar y ver y volver a ver y mirar y encontrar poesía en lo infraordinario?, ¿existe poesía durante la gimnasia de la repetición? Garcia invita a ese interjuego de ver y mirar, aprender a elegir el foco y no dejar que el foco elija el modo, o el método. “Modo mata moda” dice Daniela Lucena como la poesía de Garcia que nos hace preguntarnos, ¿es esto poesía?, o, ¿es esta la pregunta?

En los momentos destello del proceso –presentes perfectos– se da a conocer fantasma el espectro: el tiempo tomando la forma de pasado o futuro, Hola, he vuelto –o– Estoy por venir (y esto es ya). Irrumpe una cosa perdida entre los textos de Garcia, otro link en mi cabeza, The Lost Thing –libro ilustrado y escrito por Shaun Tan– La cosa perdida, con sus dibujos y recortes y su corto (que pueden ver acá). La rutina produce una única imagen de lo que ocurre, pero ¿cómo cambiar los modos de mirar, romper el orden, crear uno que libere? Garcia narra la experiencia personal y de otrxs autores provocando un concepto del que duda y al que pone a prueba: ¿qué es lo que hago y por qué lo estoy haciendo?, ¿qué y para qué sirvo?

Una lágrima es un atlas efímero, muestra Rose-Lynn Fisher. Las lágrimas vistas desde un microscopio son obras de arte. Constelaciones que dicen algo. La ciencia es obra del lenguaje. La poesía es un microscopio óptico. El lenguaje de las emociones se esconde ahí. Vistas aéreas de emotional terrain. Una parece una colección de vidrios rotos. Otra una selva voraz que termina en un acantilado. Los poemas de Garcia son atlas efímeros de preguntas que constelan y crean su propia ciencia, un microscopio óptico para las emociones en las que la verdad es un prejuicio.

En uno de sus poemas, cita una película que cuenta que en 1944 unos pilotos yanquis sacan fotos aéreas de unas fábricas en Alemania. Treinta y tres años después la CIA nota en las fotografías uno de los campos de concentración de Auschwitz que, en su momento, como no sabían la existencia de los campos –dicen– no había nada para ver. La verdad es un prejuicio, un acantilado ciego. Hay un evento extraordinario en cada pequeña cosa pero hay que entrenar la mirada. Es una gimnasia.

Garcia desafía, y en un momento de la lectura del poemario el escenario se transforma y estoy en una sala de conferencias escuchándola mientras proyecta fotos en una pantalla y performatea. Abre una ventana de la infancia, se acurruca ahí un rato, en la ventana proyectada, e intenta ver el mundo desde ahí. Los mismos ojos biológicos, pero con una mirada nueva.

En otro de sus poemas, trae la lengua de los Aimaras para invertir la lógica de nuestras miradas. Cuando nos referimos al pasado señalamos hacia atrás y al revés cuando hablamos del porvenir; sin embargo, los Aimaras dicen que el pasado está en nuestras caras, adelante, mirándonos, mostrándonos lo que ya ocurrió, y el futuro, desconocido, oscuro, impredecible, está a nuestras espaldas, esperando. Como un abrazo, una traición, o una pandemia. No podemos verlo solo sino después de la distancia.

Distancia y migrancia. Movimiento. Experimentación. Lanzarse a escribir, teclear dejándose llevar por las letras. Solo ensayar, que no haya estreno ni producto final, es el proceso. De la continuidad del ensayo saldrá la discontinuidad, del juego, la espontaneidad. La poesía es trasladar un diálogo, una voz que no es más que un mosaico de voces. El poema es un terreno sin restricciones. Un espacio de existencia, experimentación y ensayo. Amit Chaudhuri dice en una conferencia que lo experimental es going off in different directions. Que la autoficción es un overlap between text, life and story. Que life is existente in all its randomness. You happen to be. Escribir es proponer modos de leer. Poemas dentro del poema, poemas que hablan del poema que se escribe mientras se lo escribe, y se va. Parque de las ruinas es una instalación poética que el tiempo reescribirá. Que pide ser leída de vuelta, a la distancia, para volver a ver y mirar.



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Gonzalo Zuloaga. Gonzalo Zuloaga nació en La Plata, entre sus diagonales y universidades. En 2017 editó su primer poemario Predicciones del Año Kitsch con Peces de Ciudad. A este le siguió Hackers D.O.S, fanzine co-producido con Jule Gore e ilustrado por Clara Spaltro. Es columnista de la revista trenINSOMNE, escribe para la colectiva Extrañas Noches Literatura Visceral, y comparte poemas en su Facebook y en Ciudad Kitsch su blog personal. Fue ganador de Mención Especial por unanimidad en el Primer Certamen Nacional de Literatura (2016, Conurbana.cult) en la categoría poemario por su obra Resucitando Edipos, publicada en la colección Voces del Cono Sur. Algunos de sus textos fueron seleccionados para su publicación en la revista Monolito Arte y Cultura (Méjico) y las antologías Palabras en Flor (España), En el momento del caos y Al filo del remolino (Ediciones Frenéticos Danzantes, Argentina). Participa en recitales de poesía, condujo la sección #cóctelypoesía en el programa La Terraza por Radio Provincia FM 97.1, y conduce Krakatoa, programa radial que sale al aire todos los sábados, también, por Radio Provincia FM 97.1. Notas de Gonzalo

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