Se sube al tren: Sebastián González

Sebastián González

Hoy se sube a nuestro tren el escritor y diseñador Sebastián González y nos presenta su cuento "Soledad multitudinaria"

- ¿Cuando y por qué comenzaste escribir?

- Gracias a la información que queda registrada cuando creás un documento sé que el primer texto lo escribí a los veinte años. Casi como un autómata pasé del secundario a estudiar para contador y desde chico tuve interés por todo lo relacionado con la informática, además de la facultad, estudiaba programación y no terminaba de sentirme del todo cómodo. De tanto leer, un día sentí curiosidad por saber si podía crear algo de eso que tanto me gustaba. Ese texto, ahora corregido, se llama “El punto” y tenía frases tales como “miróme la mano” y ese tipo salían de textos de dos de mis autores favoritos: Kafka y Dostoievski. Fue tal la libertad que sentí, que nunca dejé de hacerlo. A veces pienso que necesitaba esa libertad en ese momento y que ahora es oxígeno y refugio.

- ¿De que se nutre tu escritura?

- De lo que leo, miro y escucho (libros, diarios, series, películas, documentales, a veces hasta canciones me sirven como disparador). También de recuerdos, me gusta plasmar mis momentos. Disfruto mucho las charlas, no sólo con conocidos. Escuchar anécdotas y, cuando disparan algo, adaptarla a mi forma de contar.

- ¿Tenés rituales a la hora de ponerte escribir?

- La verdad es que no. Me reconozco desorganizado, para nada metódico. Anoto ideas en cuadernos, en el celular y en archivos de Word que a veces desarrollo mucho tiempo después, y otras tantas que al verlas me pregunto qué estaría pensando en ese momento, no las entiendo y las desecho. Tengo una novela terminada que me costó mucho, tal vez debido a esa desorganización.

- ¿Hay algún tema que aún no te animaste a enfrentar con tu escritura?

- Hasta ahora no me topé con ninguno que sea tabú, algo que me bloquee o que haya reprimido. Puede sí que deba volver sobre ciertos temas porque me gusta ver como evoluciono a todo nivel, no sólo en lo referido a la escritura. Sí tengo claro que me surge la necesidad de abordar un tema dependiendo de mis momentos, no puedo enfrentar los temas que me pasan lejos.

- Te doy una bola de cristal para ver el futuro, ¿cómo te ves?

- Escribiendo parece una obviedad (y un alivio por fin tenerlo claro, ya que en algunos malos momentos personales me llamé a silencio y todo me costó mucho más) pero hace un tiempo que retomé también el camino del diseño que había dejado de lado, como para poder armar integralmente mis cosas. Surgió de la idea de auto editarme y por eso volví a estudiar diseño y a dar mis primeros pasos en el mundo de la fotografía. Cuando me llamaron de la editorial Peces de Ciudad para decirme que les gustaban mis textos y querían editarme acepté a pesar de que tenía todo bastante cocinado. No contaba (tal vez por desconocimiento de este mundo) con la generosidad de las editoras que me dejaron maquetar el libro y todos contentos.

- Hoy ¿por qué escribís?

- Para darme un respiro. Cuando me pongo a escribir me olvido de todo, y lo único importante pasa a ser encontrar la palabra exacta.


"Soledad multitudinaria"

La soledad me abruma. Me busca, me encuentra sin esfuerzos. Mis intentos de ser parte parecen vanos. Me abraza, por momentos me ahoga, en otros me reconforta. A veces experimento ambas sensaciones al mismo tiempo.

¿A quién contarle esto que vivo? La pregunta parece absurda. Nadie a quien contarle, nadie que me aconseje, ni siquiera que escuche mi angustia. Busco pertenecer pero no pertenezco. Por momentos parece acompañarme una multitud, fugaz alegría, brutal desencanto. No existen quienes, desaparece el dónde y vuelvo a ser único.

Hay quienes señalan que falto a la verdad, que vivo entre masas. ¿Podré ser tan ciego? Es que acaso ¿soy el insensible qué nunca quise ser?

Tal vez puede que tengan razón. Siento el calor de las carnes pero no las puedo ver, no puedo rosarlas, aunque apenas lo intento. Ese calor me acompaña menos de un instante. Me abandona, me deja helándome hasta adquirir la temperatura estándar de la soledad. Esa que se hace compañera, me abruma, me busca, me encuentra… casi sin esforzarse.