Memoria de lo posible - Angie Pagnotta

El libro condensa once historias breves, audaces, que provocan aún manteniendo la frescura de esa niña que alguna vez fue esta mujer que ahora escribe “con una lista de piano interminable de fondo”.
Memoria de lo posible - Angie Pagnotta



Cierro el libro de cuentos Memoria de lo posible, de Angie Pagnotta; releo el título y me pongo a pensar: Memoria de lo posible. Ahí está: todo contenido en esas cuatro palabras. Trato de definir, de explicar utilizando el título como punto de partida y me digo que las historias de este libro hablan sobre recuerdos creados a partir de situaciones que nunca fueron. De las veces que nos aferramos a lo que perdimos, o lo que es peor, a lo que nunca tuvimos como la última esperanza. O de cuando el deseo traiciona a la razón y nos mentimos, porque una mentira piadosa es mucho más respirable, soportable, que la triste y cruda realidad. Pienso: este libro trata de una memoria inventada desde un supuesto, una posibilidad, una pretensión. Falsos recuerdos que nos preservan de los recuerdos verdaderos. Un pedido, una súplica, un ruego. Y aunque la autora narra desde una voz que suena a la suya propia, también puede ser la de cualquiera de nosotros.

Pero la de este libro no es una sola historia; la memoria de lo posible es el hilván, el hilito invisible que nos conduce a través de cada relato y que le da continuidad a la lectura. El libro condensa once historias breves, audaces, que provocan aún manteniendo la frescura de esa niña que alguna vez fue esta mujer que ahora escribe “con una lista de piano interminable de fondo”. Once historias que no admiten prejuicios. Angie se anima, se asoma al abismo de las palabras atrevidas: nos hace frente con una mirada ingenua a la vez que con la lengua se recorre la boca y nos hace temblar: «Mientras me ahorcás, te pido con los ojos que me cojas la boca» (2017:21). Otras veces nos habla desde la inocencia: «Sus ojos están pálidos. Sus mejillas están levemente rosadas. Se sonríe. Se arrepiente de esa sonrisa» (2017:30). Y aunque siempre nos habla sin vueltas, llamando a cada cosa por su nombre, la metáfora también aparece, y en el momento preciso se dibuja sobre la hoja, enriqueciendo el relato.

Por los renglones del libro (tan imaginarios como los recuerdos) transitan historias que estuvieron a un instante de existir, sentimientos como llagas: amor, deseo, contrariedad, desasosiego. Historias de vidas: algunas que se funden en la hoja, se diluyen como el agua; otras lanzadas, agresivas, que golpean fuerte y lo incendian todo. Mientras leí Memoria de lo posible me fue inevitable tratar de interpretar lo que se esconde debajo de cada palabra, lo que no puede leerse ni entre líneas. Intentar descifrar la mentira, y dejar aflorar el verdadero sentimiento. Es un libro que me llevó a pensar en mis propios recuerdos inventados, a cuestionarme y a dejarme llevar sin remedio.

Como con el cuento “Versiones sobre el río”, que más que un cuento es el reflejo de la desolación, la esperanza como un deseo absolutamente inútil, la certeza de saberse solo: «Veo el rostro mudo de Melisa. (…) Veo sus ojos llevándose todo el río» (2017:18). Y con esa frase, Angie hace crecer otro río paralelo al de la lectura, que arrastra mis pensamientos y me hace difícil volver.

Pero vuelvo, de la mano de “Mareo”, y a medida que lo leo me doy cuenta de que es una de las más lindas definiciones del amor que haya leído. En el cuento se mezcla lo empírico con lo metafísico, las sensaciones conocidas, lo tangible, lo cotidiano, con lo extraño, el miedo, la duda. Es una cosquilla en la panza, como cuando volábamos alto en la hamaca. Releo esa frase precisa del relato —esa que no voy a transcribir para que ustedes la descubran— y reafirmo lo que dije al principio de este párrafo.

Con el cuento “Atravesar el puente” me sorprendo y descubro cómo puede multiplicarse el silencio bajo una lluvia cómplice (no, no lo voy a contar). Y vivo una noche de aventuras temerarias, una noche donde encontrar ese tacto especial es posible. Y donde también es posible volver a ese lugar en el que nunca habíamos estado.

Hay tantas frases que subrayé de este libro… y sin embargo esta vez no termino transcribiendo una frase, como hago siempre; termino con un pequeño párrafo que lo resume todo:

«Te engaño con mis palabras mientras escribo. Ni yo misma puedo creer ya ningún discurso que salga de mí. Toda palabra esconde otra palabra que no se está diciendo, pero tengo que atreverme a sentir» (2017:26).



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EME.(Buenos Aires, 1970). Es columnista y realiza tareas de difusión y producción en Revista Qu (revista impresa de literatura y artes plásticas). Participa del armado y coordinación de las “Varietolas” y de presentaciones de libros. Le gusta tomar mate y leer en patas. Lee todo lo que le caiga en las manos, pero si tiene que elegir prefiere autores contemporáneos. Colabora en la selección de textos, corrección y edición, de diversos proyectos literarios. Realiza aportes para Revista Kundra y otros medios digitales. Le gusta escribir reseñas y está haciendo sus primeras entrevistas. Participa de talleres de lectura. Su pasatiempo favorito es salir cazar palabras, y le encanta el submundo Blogger, donde bucea y escribe pavadas, en una, o en varias líneas. Todo lo que no hizo lo está por hacer.