Deconstrucciones: Chris Kraus y David Markson

Deconstrucciones: Chris Kraus y David Markson - Andrés Olveira - novela - reseña - critica literaria La soledad del lector - Amo a Dick - La bestia equilatera - Alpha Decay


Que la linealidad se ha roto no es novedad.

Que la linealidad, después de la postmodernidad —en mi caso no creo que la modernidad haya agotado sus posibilidades—, ha vuelto como si fuera especial, tampoco.

Este eterno retornar a lo mismo —diría Nietzsche— en lo que se ha convertido la búsqueda de experiencias artísticas significativas va decantando las experiencias.

¿Cuáles quedan?

Hay un momento donde la falta de experimentación es reaccionaria, y hay un momento donde lo conservador es buscar el cambio. Vaivén. Dialéctica.

¿Y qué nos queda?

Aprendemos a desconfiar, a oler las estafas, las poses. Nuestro apriorismo tiene más escenarios, más combinatorias que tachamos en nuestra lista.

Tratamos de ver el truco para decir altaneros: «ya lo viví».

Pero hay sorpresas de verdad, deconstrucciones en un mundo donde subvertir y reordenar es visto con naturalidad.

Chris Kraus
Chris Kraus

Chris Kraus, en Amo a Dick —nombre de una sugerente polisemia—, decide poner en juego su vida. Ella, directora de cine independiente y jugada, subestimada y desilusionada con su medio, va a cenar a la casa de Richard (Dick), un teórico cultural inglés. Va con su pareja, Silvère Lotringer, un filósofo que, como no puede ser de otra manera, es francés. Chris se enamora de Dick, percibe su coqueteo durante la noche. Se propone conquistarlo, y lo habla con Silvère, que muy francesamente, la anima a conseguir su objetivo. Eso sí, terciando el proceso. El gesto de esnobismo como forma de salvar un matrimonio en declive, genera en Chris una revisita sobre su propio ser, su filosofía y su forma de vida. A partir de cartas donde se dirige a Dick, casi como un diario personal, Chris busca encontrarse a sí misma. Se deconstruye como artista y mujer en un desaforado recorrido donde desmitifica su objeto de deseo, que desde el inicio se muestra esquivo frente al proyecto. Es, a su vez, un libro con un gran caudal teórico,donde la autora hace despliegue de una superlativa erudición a partir de las resonancias que la experiencia le despierta. Reflexiona sobre los roles: las injusticias, los trabajos no reconocidos en las altas esferas intelectuales, donde las mujeres tienen que sortear obstáculos que no tienen los hombres, que proyectan grandes sombras, haciendo camino desde el privilegio.

Es un libro adictivo y sorprendente, donde el lector es voyeur que presencia en primera fila el descubrimiento personal de la autora, una canilla que se abre de a poco para dejar salir un torrente acuático y envolvente en el que vale la pena sumergirse.

David Markson
David Markson

Por otro lado me encontré con David Markson y su libro La soledad del lector. Es un libro compuesto de frases y citas eruditas, donde el lector avanza como si de un juego se tratase, en el que se activa una interpelación donde somos nosotros quienes debemos decidir en nuestra mente, por ejemplo, si el protagonista vive en un cementerio o una playa, para después dejarnos llevar y pensar: ¿Verdaderamente importa? Es un libro también adictivo, que se lee de un tirón, y abarca temas como la muerte, el amor y el arte. Es decir, todo. Un cóctel donde conviven estos elementos, un universo que muestra sus átomos.

Es un libro donde Markson habla con quien lo lee, desdibujando los límites de la narrativa y logrando un puzzle genial donde la fragmentación está dada consecutivamente, de izquierda a derecha y de principio a fin. A nivel personal, no creí que se pudiera lograr sin necesidad de jugar con el orden de las páginas, como propone Rayuela de Cortázar. Leer La soledad del lector es vivir un experimento que, para nuestra sorpresa, funciona. ¿Cómo lograr una novela sin estar escribiendo una novela?

Este eterno retornar en el que nuestras referencias adornan las paredes de la mente encuentra rincones donde colgar nuevas obras.



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Andrés Olveira.Andrés Olveira busca hacer un poco de todo, porque hacer mucho de una sola cosa le da alergia. Bibliotecólogo, animador a la lectura para niños, compositor, cantante de la banda Ditirambo y del dúo Los Detectives Salvajes (búsquenlos en bandcamp), dibujante ocasional, diseñador de sonido teatral... todas actividades, menos su profesión, a las que se dedica de manera amateur. Para él todo tendría que ser amateur, porque leyó el origen de la palabra y se olvidó de la etimología exacta pero le pareció linda, algo sobre dedicarse a algo con cariño y sin pensar en la plata. Odia la palabra artista y siempre la va a escribir con minúscula, para que no se crea mejor que la palabra talabartero. Ahora quiere hacerle creer a su novia y amigos que es escritor, para de esa manera poder dedicarse al sencillo arte de ver crecer el pasto, meter un descansito, y, quién te dice, tal vez a la venta de tupperwares. Su primer libro se llama “ferrocarriles franceses” y fue editado por Factor 30, una editorial que integra junto a otros amateurs que hacen las cosas por gusto. Notas de Andrés