La librería más famosa del mundo - Jeremy Mercer

Ante la posibilidad de la propia muerte a manos de un narcotraficante, ¿cómo escapar? Jeremy Mercer cruzó el Atlántico y llegó a la librería Shakespeare & Co, lo que le salvó la vida. En más de un sentido.
La librería más famosa del mundo - Jeremy Mercer

¿Cuál es la reacción lógica de un periodista de policiales canadiense que es amenazado de muerte por un narcotraficante a quién denuncia en uno de sus textos? Vender todo y escapar atravesando el Atlántico en busca del viejo mundo sería la mejor idea. Llegar a París y conseguir asilo en la Shakespeare & Co, la librería más famosa del mundo, es escapar de la muerte para llegar al paraíso.

La librería Shakespeare & Co en realidad han sido dos a lo largo de la historia. La primera fundada por en 1919 por Sylvia Beach, estaba especializada en libros en inglés y fue refugio de los escritores que formaban parte del grupo literario denominado “La generación perdida” entre quienes se encontraban Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Gertrude Stern. En 1941 tuvo que cerrar sus puertas -dicen los rumores que fue como consecuencia de negarse a venderle un ejemplar de Finnegans Wake a un soldado alemán durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial- y pasó los siguientes tres meses en un campo de concentración. Durante los más de veinte años que la Shakespeare & Co original estuvo abierta, Sylvia Beach realizó la acción más rebelde y osada que podía hacerse en ese momento en el mundo literario parisino: editó el “Ulises” de James Joyce en francés.

Veinte años después del cierre, un norteamericano trotamundos compró el fondo de libros que aún se mantenían de la Shakespeare & Co y su nombre para rebautizar su propia librería que estaba frente al Sena, en la orilla opuesta de la librería de Sylvia Beach.

Este norteamericano se llamaba George Whtiman, y a pesar de no tener ningún parentesco con el gran poeta norteamericano Walt Whitman, no negaba ser hijo o nieto de aquel a quién osara preguntar.

Así como la librería de Beach se convirtió en un mito por su dueña, sus visitantes y sus eventos, la de Whitman sigue el mismo camino por más o menos las mismas razones. Visitantes ilustres, lecturas de poemas, citas de té, turistas de todo el mundo que sólo quieren una fotografía del lugar, una mezcla de refugiados literarios que viven bajo el techo de Whitman a cambio de leer un libro por día y colaborar en la tienda –y quienes son aceptados como huéspedes luego de escribir una autobiografía que Whitman guarda celosamente- son algunos de los hechos y los personajes que Jeremy Mercer describe en su libro. Un libro que es mezcla de autobiografía, crónica, novela, aunque para ser sinceros el género donde ubicar este libro es totalmente superfluo. Lo importante son las historias, los secretos de un lugar mítico y poético en el alma y la mente de los amantes de los libros, la literatura y, por supuesto, las librerías. Templo sin religión, donde los bibliópatas se reúnen cual ceremonia en la que descubrir la palabra casi sagrada que se esconde en la próxima lectura.

Mercer escapa de Canadá casi con lo puesto. En París, sin dinero y sin trabajo, vaga por las calles parisinas meditando sobre su vida, su muerte y la de los demás. Una lluvia no prevista lo lleva, casual y milagrosamente, hasta la puerta de Shakespeare & Co y su vida cambia para siempre. En algunos momentos para bien, en otros para mal, pero nunca volverá a ser ese ser engreído que huyó de su casa y su país para salvar la vida.

Al lograr afinar su visión hacia los otros, descubrirá mundos y personajes que parecen escapados de una novela, aunque todos estén escribiendo una en alguno de los salones-dormitorios de la librería, como lo hicieron en años anteriores los más destacados miembros de la generación beat que pasaron por Paris, como Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs junto a la emblemática y fascinante pareja conformada por Anäis Nin y Henry Miller.

Si bien más arriba hablábamos que uno de los tantos géneros en los que podía inscribirse la obra de Mercer es la crónica, el mismo autor aclara en el prólogo que “al escribir memorias como éstas la verdad se vuelve líquida” y que la historia que él cuenta “es tan auténtica como puede serlo en este momento”, el momento de la escritura que se da casi quince años después de los hechos que narra. Ya se sabe que los recuerdos suelen ser manejados por los sentimientos y que la imaginación se cuela fácilmente en los hechos reales a la hora de narrarlos.

Mercer describe a sus personajes con maestría, mostrando lo bueno y lo malo, al igual que hace con la librería a quien convierte en el personaje principal de su relato, describiendo sus virtudes y defectos sin ningún tipo de filtro: la hermosa vista de cantidades interminables de libros acumulándose en cualquier espacio donde cayeran, estanterías, sillas, banquetas y el piso mismo, y la más repulsiva de los cadáveres duros de las cucarachas que circulaban a sus anchas por el local –aquí cabe aclarar que Sylvia Whitman, hija de George y a cargo actualmente de la librería, no quedó muy feliz con la obra de Mercer, y que en Shakespeare & Co no se vende-.

Luego de tantas anécdotas propias y ajenas, literarias y vitales, nos damos cuenta de que la escritura de este libro y lo que Mercer vive durante los años que habitó en la librería pueden resumirse en una frase de este texto: “cuando llegué a Shakespeare & Co me pareció la solución a todos mis problemas. Un lugar en que recuperarme, tiempo para decidir cuáles serían mis próximos pasos, una variedad de desnortados entre quienes camuflar mis propias desilusiones”. Y, finalmente, se cumple la profecía de George: “ten cuidado, este sitio puede cambiarte”.



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Soledad Hessel.Editora/Redactora de trenINSOMNE. Periodista. Siempre supo que las palabras eran lo suyo. Escribe y lee desde que recuerda y tiene una pasión por los libros como objetos de culto. Conductora del programa radial "A la vuelta de la esquina" por radio La Desterrada. Coordinadora del ciclo de lecturas on-line "Lecturas en el tren". Columnista de literatura y cultura en medios gráficos y radiales. Fue corresponsal del diario La voz de Santa Cruz y de la Revista En acción de La Plata en la Ciudad de Córdoba. Además, fue miembro del Comité de Redacción y Editora del Boletín de Divulgación Científica de la Universidad Nacional de Córdoba. Notas de Soledad